lunes, 17 de febrero de 2014

CAP 1.- SUPERAR EL PÁNICO Y EL MIEDO (3)



-.3.-
Oscuridad.

            En los escasos momentos que el frontal ha permanecido apagado, un pesado silencio ha caído entre nosotros, en el mismo túnel excavado a la tierra donde nos encontramos. De vez en cuando hay que cambiar una batería por otra y ponerla de nuevo a cargar en el magneto-generador estanco. En esos momentos es cuando te enfrentas a tus propios miedos, cuando pareces encontrarte frente a un abismo y puedes precipitarte a él en cualquier momento... puede que Tres lo haya experimentado por primera vez, pues cuando enciendo de nuevo el frontal está un tanto más pálido si cabe.

-No me dijiste que sabías interpretar símbolos.
-Sé leer...
-Muchacho, no sé qué es eso, pero sólo los Oradores pueden interpretar símbolos e inscripciones, y sólo hay dos Oradores en cada refugio... al menos hasta que eligen aprendiz.
-No recuerdo... no recuerdo nada de eso... sin embargo, para mí es leer.- cada vez que intenta recordar se lleva las manos a las sienes y parece bastante aturdido. He aprendido a no forzarle en ese sentido.
-Esto es muy extraño. Tenemos que llegar al 107. Tienes que hablar con los Padres.

            Hemos dejado atrás a las neobestias y pasado otra puerta más. Tres dice que la inscripción de la primera puerta pedía ayuda, provisiones y curación. De todas formas no nos queda más remedio que continuar.

            Las paredes y el techo están reforzados con parapetos metálicos, vigas de hormigón agrietadas y malla metálica. Si bien la construcción parece improvisada y sin ningún patrón aparente, ha cumplido su función de mantener el túnel despejado, al menos en parte. De tanto en tanto encontramos una grieta por la que se ha colado tierra, y tenemos que excavar unos minutos para pasar, lo que retrasa bastante la marcha. Temo el momento en que una grieta sea demasiado grande y no podamos abrirnos paso... pero por el momento no ha ocurrido. Han pasado dos horas, la Tormenta debe estar a punto de llegar a la zona... debemos bajar más.

-Cuando viste tu símbolo y dijiste “Tres” estabas descifrándolo, ¿no?
-Sí, lo leí.
-Debía haberlo supuesto. A veces, alguien se hace un tatuaje o una marca, consultando antes al Orador o a su aprendiz... por eso sabemos los significados de algunas cosas.

            Permanece callado. Me mira a veces como si estuviera aprendiendo, memorizando todo lo que le digo, como si fuese la primera vez que habla con alguien... en cierto modo puede que así sea, ya que no recuerda nada.

            Quince minutos más tarde encontramos un muro de hormigón que cubre todo el túnel. Una puerta circular reforzada nos cierra el paso.

-Bueno, se acabó la suerte, parece.- me acerco a la puerta, que tiene dos veces mi altura. Está totalmente cerrada y debe pesar muchísimo.

            En ese momento ocurre algo en el suelo, una vibración, en las paredes... se siente en el estómago y en la nuca y un ligero polvillo cae del techo: la Tormenta. No sé si hemos bajado lo suficiente, pero conviene cruzar esa puerta, y hacerlo YA.

-¿Qué es eso?
-Tenemos la Tormenta encima. Hay que entrar ahí, y hacerlo rápido.
-Empujando juntos puede...
-No, es inútil. Esta puerta se abre hacia fuera, y es totalmente estanca: no hay rendijas, ni pasadores, ni cerradura. Está hecha para no ser forzada desde fuera. Aunque estuviera abierta, que lo dudo, no podemos abrirla desde aquí.
-¿Y qué hacemos?
-Piensa, ya se nos ocurrirá algo...

            La realidad nos roba el tiempo para pensar: el retumbar del suelo se intensifica y una ligera brisa empieza a sentirse por el corredor... hemos dejado atrás dos puertas, aunque de contrachapado, cerradas; hemos bajado durante varias horas por la galería y por el túnel; no quiero ni pensar lo que debe ser estar en la superficie ahora mismo.

            Un crujido se deja oír sobre nuestras cabezas. Tres y yo nos miramos a la vez, y sin dudarlo saltamos sobre la puerta. Cada uno con una piedra, comenzamos a aporrearla, produciendo un repiqueteo ensordecedor en el túnel. Al cabo de veinte segundos estamos bastante cansados, a la par que nerviosos.

-Alto... así no conseguiremos nada- le digo frenando su brazo. Al tocarle descubro que está duro como una piedra... al parecer recupera la forma rápidamente.
-¿Y qué hacemos?
            El temblor constante no se detiene, y no ayuda precisamente a pensar.
-Los dos juntos, a la vez...

            Durante quince segundos aporreamos acompasadamente la puerta, una y otra vez, rítmicamente. Alteramos el ritmo varias veces, mientras el temblor de tierra continúa, y el aire comienza a cargarse de un olor, de un sabor agrio y picante.

-Déjalo, es inútil- me grita, presa del cansancio y el desánimo -Debemos...
¡¡SSSRRRHHHHEEKKKK!!! ¡¡Se mueve!! Con un sonido brusco la puerta se desencaja, gira sobre sí misma y se mete lentamente pared adentro.

-¡¡¡SIIIIII!!!- gritamos al unísono.

            Observo, mientras la puerta se retira, los dientes metálicos que la enmarcan. Es una construcción robusta, de más de cuarenta centímetros de grosor. Ni en cien años la hubiésemos podido mover.

            Cuando entramos, descubrimos gracias al frontal que la galería vuelve a estar despejada de tierra, y nos recibe con toda su vacía y oscura inmensidad. La puerta acorazada vuelve a girar, ocupando su lugar, y dejándonos por fin aislados de la Tormenta. El temblor del suelo deja de sentirse en gran medida, el sabor agrio desaparece rápidamente del aire... estamos una vez más a salvo.

            Pero los primeros veinte pasos que damos por la galería nos revelan una inquietante realidad: alrededor de sesenta cadáveres en distintas posiciones, enfundados en trajes NBQ nos dan la bienvenida a nuestro nuevo “refugio”.

            En algún momento tienen que salir a flote mi entrenamiento y mi experiencia como Buscador. Además, mi mentor decía que poseo un sexto sentido innato, impredecible, del que debía fiarme por encima de todo. Repentinamente lo vi... a decenas de metros, en la semioscuridad, quizá porque cerca de él había alguna fuente de luz mínima que no había tenido en cuenta, quizá porque realizó un leve movimiento y, en la quietud reinante, eso lo delató... lo vi, sea como sea.

-Tres...- susurro tan bajo, que casi no me oye.
-Si.- me mira de reojo, esperando una mala noticia.
-No estamos solos...

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