lunes, 12 de mayo de 2014

CAP 1.- SUPERAR EL PÁNICO Y EL MIEDO (6 continuación)

Maldito mutante leementes” me repetía una y otra vez mientras deambulaba por los pasillos del reducto subterráneo. Me había dejado engañar por él, me había cazado con su asquerosa capacidad de mutante. Ni siquiera lo había sentido, ni siquiera recordaba nada. “Hijo de puta, hijo de puta...” Había puesto en peligro a toda mi comunidad, a mis hermanos y hermanas... pero la Tormenta estaba sobre nosotros, y nadie iba a salir de allí en varios días. Tenía tiempo para reparar mi error.

            Las cosas suelen pasar en el peor momento... pero me perdí por aquellos canales malolientes y atestados de porquería. Ahora no había nadie que nos guiara, ni que nos instara a continuar desde más adelante. En algún momento cogí el túnel equivocado, y terminé descendiendo a una sala enorme llena de maquinaria vieja y destartalada, viejos motores o acumuladores, no lo sé muy bien. Mientras buscaba desesperado el camino de vuelta no pude evitar pensar que todo ese material era por sí solo un pequeño filón para el 107. En mis anotaciones mentales este lugar sería uno más entre mis objetivos de saqueo para futuras expediciones...

            ...cuando acabara de hacer lo que tenía que hacer. Nada iba a impedirme meterle a Voz Suave una descarga a máxima potencia de la Defender en la entrepierna. O casi nada...

            Cuando ascendía de nuevo desde la sala de maquinaria a los túneles principales la desvencijada escalera por la que había bajado se desprendió de pronto, y tanto la escalera como yo dimos contra la plataforma metálica de abajo. En el suelo, después de relajarme, me palpé: tenía las costillas y una pierna magulladas, pero nada roto. Maldiciendo recogí las cosas, intenté poner la escalera en su sitio: demasiado pesada para mí. Quizá con Tres... Sí, con Tres lo conseguiría. Lo llamé...

            Mi voz retumbó en el techo metálico, en las paredes cubiertas de mugre, en las esquinas llenas de telarañas parduzcas... la maquinaria de la sala produjo un eco vibrante con mi voz, como un estertor tardío después de tanto tiempo muerta. Tres no iba a escucharme ni en un millón de años.

            Pero otro sonido se instaló en las tuberías del techo, en las esquinas de la parte superior de la sala:

Sileeeeeeeencio rurett, sileeeencio” -Voz Suave estaba cerca, no sabía precisar muy bien donde- “¿Donde ibas con tanta prisa?

            Me agaché, saqué la Defender, me parapeté tras la escalera caída.
Estás en mi casa. Guarda sileeeeeencio... eres un rurett listo” -la voz viajaba por el techo, no podía precisar dónde estaba el mutante... y empecé a tener la incómoda sensación de que no estaba allí, de que no estaba cerca.
Vas a quedarte aquí bastante tiempo” -la voz sonreía, se burlaba de mí...

            Voz Suave no estaba allí, probablemente solo quería mantenerme entretenido, quieto, mientras trazaba algún plan o hacía algo. Tomé una rápida decisión. Volví a bajar a la parte baja de la sala de maquinaría, y busqué en todo el contorno de la sala. Encontré un corredor angosto con una gruesa maraña de cables en una esquina y comencé a recorrerlo. Quieto en aquella sala escuchando a mi enemigo no iba a conseguir nada.

            Pero, no sé como, si en mi cabeza, si gracias a una extraña capacidad, la voz vino conmigo:

Corre ratón, busca. Quizá encuentres algo que no deseas encontrar” -y después se reía.

            El mareo volvió, la culpa y el remordimiento. Se mezclaban con la certeza de que iba a morir en aquel agujero infecto, a manos de un loco perturbado o de sus alimañas bestiales. Gruñí como un animal, maldije a gritos “hijodeputahijodeputaaaa” y el eco se burló una vez más de mí.

            El corredor giraba una y otra vez en las entrañas de la tierra. Me tropezaba con las paredes, mareado y dolorido. Después de bajar una escalera me encontré metido en líquido fétido hasta la cintura... después hasta el pecho... después hasta casi el cuello. Pero la salida del corredor, una escalera que ascendía, se dibujaba al final del haz de luz de mi frontal. Con la Defender sobre mi cabeza, haciendo grandes esfuerzos, luché contra el pringoso aceite que inundaba el final del corredor.

-Vaaaaaamos, hijas, vamoooooooooos.- la asquerosa voz del mutante cantaba... casi alcanzaba a oírla. No, no estaba lejos. Parecía provenir del final de la escalera que tenía delante. Arriba, a la izquierda, bastante arriba... pero era real.

            Perdí pie y me hundí. Mi equipo se esparció por el pringoso aceite del fondo, solo con la Defender aun agarrada en las manos, braceé los últimos metros hasta la escalera, conseguí orientarme hacia arriba, agarré algo que se hundía y ¡¡lo solté rápidamente al notar que se movía!! “Voy a morir aquí

            Más por la poca distancia que me separaba de la escalera que por otra cosa, conseguí poner el pie en el primer peldaño, e impulsarme saliendo del fango maloliente. Me agarré con los antebrazos y saqué el cuerpo del líquido. Lo primero que oí fue una risa insana, de mi enemigo, que seguía burlándose de mí.

-Vaaaamos pequeñas mías, vamooooooos.- le hablaba a las criaturas, a sus alimañas mutadas. Se las llevaba... se iban. Pero ¿como? ¿por dónde?

            Busqué frenéticamente en el fondo de la mochila, el frontal había muerto, y yo estaba a un paso de conseguir alcanzar a ese loco, y sin poder ver absolutamente nada. Un cargador, un recipiente de raciones... casi todo había quedado hundido en el maldito líquido. La mochila con la máscara de visión, la esfera que nos había dado Voz Suave... todo había quedado en la habitación circular en la que esperaba Tres. “¡estúpido, estúpido!

-Vaaaaaaamos, vamos vamooooos.- la voz se alejaba, y ahora se oían también una algarabía de roces, de gruñidos, de bufidos y mordiscos... la comitiva de la muerte partía. Pasaron a una treintena de metros, hacia la derecha, y en un nivel algo superior creí adivinar.

-¡¡¡¡HIJO DE PUTAAAAA!!!!- grité con todas mis fuerzas, irguiéndome. “¡Ahora! Muere para proteger a los tuyos”. Alcancé a ver la luz verdácea que el gigantón llevaba en la mano, minúscula en la distancia, fantasmagórica en la oscuridad... el silencio se hizo en la comitiva de la muerte, en la miríada de bestias que -seguro- había entre mi enemigo y yo. La luz se extinguió y todo permaneció en silencio varios segundos.¿Esperaban una orden? Mi respiración rabiosa y la fría determinación de acabar con todo era lo único de lo que era consciente ahora.


-Curioso, terhin, apareces por los rincones, como una de mis hijas.- estaba frente a mí, pero no podía verle, no podía andar, no veía nada. La batalla estaba perdida mucho antes de comenzar... y él lo sabía. -Pero eres un magro bocado para ellas, tú y ese malnacido blanco. Son miles y vosotros solo dos. No sabes lo que me duele tener que comerme a mis hijas, tener que alimentarlas con sus propias hermanas. No sabes nada.


            La luz volvió a encenderse, levanté la Defender y solté la descarga... nada, no pasó nada. Todo se había conjurado contra mí.

-¡¡AAWWRRGH!!- gritó el mutante, como un animal grotesco, y la comitiva volvió a ponerse en marcha. ESA si era su verdadera voz, para eso se había ideado aquella mutación en su garganta, esa voz arrastrada y grotesca. Corrí tras ellos, pero tropecé varias veces con objetos ocultos, con escollos de desechos, con cuerpos muertos, y por fin, caí una última vez fracturándome las costillas. Me rendí a lo evidente: estaba vencido.

-¡¡MÁTAME!! ¡Mátame al menos!- le grité a la oscuridad, a las bestias que me ignoraban, a la espalda de mi enemigo.

-No, terhin, no.- se iba, estaba lejos... ya casi no le oía, su voz sepultada por la distancia y la miríada de bestias que iban con él -Volveremos a vernos.

-¿Cómo? ¿Dónde? ¡Eres un hijo de puta! ¡DÓNDE!

-¿Dónde?-  se rió, tosió... se paró una vez más y lo imaginé mirándome a través de la oscuridad que nos separaba.

            Su respuesta me destrozó por dentro.

-En mi nuevo hogar... tu Refugio 107.

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