martes, 13 de mayo de 2014

CAP 2.- UTILIZAR TODAS LAS FUERZAS PARA SOBREVIVIR.

9 de Abril de 2325
-.1.-
            “Lo que hace a un guerrero valeroso no es la victoria, es volver de nuevo a la batalla”. La inscripción estaba esculpida bajo una estatua de metal de medio metro en el centro de la sala, un guerrero de otro tiempo con una protección redonda para el brazo y un arma arcaica parecida a un cuchillo, pero muy largo, en la otra mano. Permanecía en actitud desafiante ante algo que quedaba fuera de escena... Muñeco no sabía qué era, qué representaba, pero le gustaba. Estaba sentado con los pies sobre la mesa metálica, arañando con sus largas uñas plateadas la superficie bruñida, esperando...

            La puerta de la sala se abrió, y un viento sucio se coló dentro, haciendo volar varios papeles por el suelo. Adaris, ceñida y cubierta de cuero, entró rápidamente:

-Han vuelto.- dijo en un susurro mientras elaboraba una especie de danza en su camino hacia la mesa. La chica le caía bien... probablemente porque no estaba muy bien de la cabeza.

-”Bien, Adaris, eres una buena chica”

            La menuda muchacha se acerco con su danza a Muñeco, y de pronto saltó y se sentó en el suelo, recostándose sobre las piernas de él, embutidas en botas altas llenas de correajes y cierres metálicos. Era demasiado rápida para él, siempre le sobresaltaban sus movimientos... incluso le había asustado un poco su rápido salto... pero eso también le gustaba de ella: su cercanía, su atrevimiento, su confianza y... el peligro intrínseco de no saber nunca a ciencia cierta qué podía hacer.

            Claro, y luego estaba el hecho de que no le tenía miedo.

            Una nueva ráfaga de aire y polvo entró desde el exterior, y con ella dos nuevos personajes en la sala: vacilantes, abrigados, sucios de polvo hasta arriba y... temerosos. No se veía nada de sus cuerpos, cubiertos como estaban con ropajes de viaje, gafas de visión, respiradores... aunque ya no los necesitaban, Muñeco sabía muy bien por qué se presentaban así ante él.

            Muñeco miró a Adaris.

-Informad- dijo Adaris, poniéndose en pié de un salto, y mirando a los recién llegados mientras paseaba alrededor de la mesa.

-Se... señor... hemos vuelto esta mañana... no, este mediodía...- tartamudeó uno de ellos, el más joven, el más inexperto... había sido incluido en la expedición solo por su fuerza, por su temeridad, por darles a ambos más posibilidades de volver vivos e informar. Porque mantendría vivo a su padre.

-Señor, llevamos tres días en el Sustento, y no hemos visto nada...

            Muñeco los miraba nervioso. “Nada” no era una palabra que le gustase demasiado... mientras miraba a los dos hombrecillos, algo oscuro empezó a subirle desde la espalda hasta la nuca, se adueñó de su mente, le entró por detrás de las orejas, lo sentía en el cuero cabelludo... tuvo un espasmo de nauseas, miró a Adaris, que de pronto se agazapó apoyando una mano en el suelo, y la otra en su cadera y...

-...nada, ¡salvo esto!- terminó el anciano, sacando algo de su macuto mugriento.

            La negrura se disipó, Adaris se puso en pie, miró alrededor y sonrió pasándose la lengua por los labios. Empezó a ejercitar sus brazos con otra especie de baile extraño.

-“Buena jugada, anciano”

            Muñeco extendió la mano, y el anciano se acercó lentamente. Cojeaba y estaba visiblemente fatigado, pero había algo más en su comportamiento.

-Descúbrete- dijo Adaris, y el viejo se quitó la capucha, el respirador y las gafas sucias de polvo. Su cara estaba surcada de grietas, seca y cuarteada aun con la protección. Miraba al suelo con unos ojos vacíos y desprovistos de toda emoción.

            Muñeco se levantó y cogió el objeto que el otro tenía en su mano enguantada. Pero Muñeco no le hizo caso al objeto... sino al hombre. Se le puso delante deliberadamente, agachó un poco la cabeza, forzando al otro a mirarle. El viejo levantó la vista poco a poco...

            El joven, que había permanecido en todo momento detrás, inmóvil y callado, se puso tenso. Cambió el peso de pierna, abrió los brazos como para empezar a decir algo, pero Adaris lo miró con un ademán decisivo, y el joven volvió a mirar al suelo.

            ...el viejo levantó la vista, la boca le temblaba, miró a Muñeco... y mantuvo su mirada durante un segundo. Luego bajó de nuevo la vista y se postró con mucha dificultad, en silencio, hasta poner los codos en el suelo. Muñeco permaneció impasible ante él... y luego sencillamente perdió interés. Se dio la vuelta y se marchó...

-Gracias, señor- murmuró el joven ayudando a su padre a levantarse, mientras Muñeco se alejaba rápidamente de ellos. Le daban asco, sus voces arrastradas siempre diciendo lo que sabía que iban a decir... pero le eran útiles. Y sobre todo esta vez. Por una vez, nadie iba a ser castigado.

            Muñeco pasó a otra sala, más oscura, llena de cristal y metal, su laboratorio privado, y solo allí se permitió mirar el objeto que tenía en la mano. Una placa metálica, redonda, grande como la palma de una mano, con un símbolo de una estrella plateada cruzada por un halo inacabado. Los símbolos “Z-3 Ex” estaban grabados en su centro...

...era muy bonita.

lunes, 12 de mayo de 2014

CAP 1.- SUPERAR EL PÁNICO Y EL MIEDO (6 continuación)

Maldito mutante leementes” me repetía una y otra vez mientras deambulaba por los pasillos del reducto subterráneo. Me había dejado engañar por él, me había cazado con su asquerosa capacidad de mutante. Ni siquiera lo había sentido, ni siquiera recordaba nada. “Hijo de puta, hijo de puta...” Había puesto en peligro a toda mi comunidad, a mis hermanos y hermanas... pero la Tormenta estaba sobre nosotros, y nadie iba a salir de allí en varios días. Tenía tiempo para reparar mi error.

            Las cosas suelen pasar en el peor momento... pero me perdí por aquellos canales malolientes y atestados de porquería. Ahora no había nadie que nos guiara, ni que nos instara a continuar desde más adelante. En algún momento cogí el túnel equivocado, y terminé descendiendo a una sala enorme llena de maquinaria vieja y destartalada, viejos motores o acumuladores, no lo sé muy bien. Mientras buscaba desesperado el camino de vuelta no pude evitar pensar que todo ese material era por sí solo un pequeño filón para el 107. En mis anotaciones mentales este lugar sería uno más entre mis objetivos de saqueo para futuras expediciones...

            ...cuando acabara de hacer lo que tenía que hacer. Nada iba a impedirme meterle a Voz Suave una descarga a máxima potencia de la Defender en la entrepierna. O casi nada...

            Cuando ascendía de nuevo desde la sala de maquinaria a los túneles principales la desvencijada escalera por la que había bajado se desprendió de pronto, y tanto la escalera como yo dimos contra la plataforma metálica de abajo. En el suelo, después de relajarme, me palpé: tenía las costillas y una pierna magulladas, pero nada roto. Maldiciendo recogí las cosas, intenté poner la escalera en su sitio: demasiado pesada para mí. Quizá con Tres... Sí, con Tres lo conseguiría. Lo llamé...

            Mi voz retumbó en el techo metálico, en las paredes cubiertas de mugre, en las esquinas llenas de telarañas parduzcas... la maquinaria de la sala produjo un eco vibrante con mi voz, como un estertor tardío después de tanto tiempo muerta. Tres no iba a escucharme ni en un millón de años.

            Pero otro sonido se instaló en las tuberías del techo, en las esquinas de la parte superior de la sala:

Sileeeeeeeencio rurett, sileeeencio” -Voz Suave estaba cerca, no sabía precisar muy bien donde- “¿Donde ibas con tanta prisa?

            Me agaché, saqué la Defender, me parapeté tras la escalera caída.
Estás en mi casa. Guarda sileeeeeencio... eres un rurett listo” -la voz viajaba por el techo, no podía precisar dónde estaba el mutante... y empecé a tener la incómoda sensación de que no estaba allí, de que no estaba cerca.
Vas a quedarte aquí bastante tiempo” -la voz sonreía, se burlaba de mí...

            Voz Suave no estaba allí, probablemente solo quería mantenerme entretenido, quieto, mientras trazaba algún plan o hacía algo. Tomé una rápida decisión. Volví a bajar a la parte baja de la sala de maquinaría, y busqué en todo el contorno de la sala. Encontré un corredor angosto con una gruesa maraña de cables en una esquina y comencé a recorrerlo. Quieto en aquella sala escuchando a mi enemigo no iba a conseguir nada.

            Pero, no sé como, si en mi cabeza, si gracias a una extraña capacidad, la voz vino conmigo:

Corre ratón, busca. Quizá encuentres algo que no deseas encontrar” -y después se reía.

            El mareo volvió, la culpa y el remordimiento. Se mezclaban con la certeza de que iba a morir en aquel agujero infecto, a manos de un loco perturbado o de sus alimañas bestiales. Gruñí como un animal, maldije a gritos “hijodeputahijodeputaaaa” y el eco se burló una vez más de mí.

            El corredor giraba una y otra vez en las entrañas de la tierra. Me tropezaba con las paredes, mareado y dolorido. Después de bajar una escalera me encontré metido en líquido fétido hasta la cintura... después hasta el pecho... después hasta casi el cuello. Pero la salida del corredor, una escalera que ascendía, se dibujaba al final del haz de luz de mi frontal. Con la Defender sobre mi cabeza, haciendo grandes esfuerzos, luché contra el pringoso aceite que inundaba el final del corredor.

-Vaaaaaamos, hijas, vamoooooooooos.- la asquerosa voz del mutante cantaba... casi alcanzaba a oírla. No, no estaba lejos. Parecía provenir del final de la escalera que tenía delante. Arriba, a la izquierda, bastante arriba... pero era real.

            Perdí pie y me hundí. Mi equipo se esparció por el pringoso aceite del fondo, solo con la Defender aun agarrada en las manos, braceé los últimos metros hasta la escalera, conseguí orientarme hacia arriba, agarré algo que se hundía y ¡¡lo solté rápidamente al notar que se movía!! “Voy a morir aquí

            Más por la poca distancia que me separaba de la escalera que por otra cosa, conseguí poner el pie en el primer peldaño, e impulsarme saliendo del fango maloliente. Me agarré con los antebrazos y saqué el cuerpo del líquido. Lo primero que oí fue una risa insana, de mi enemigo, que seguía burlándose de mí.

-Vaaaamos pequeñas mías, vamooooooos.- le hablaba a las criaturas, a sus alimañas mutadas. Se las llevaba... se iban. Pero ¿como? ¿por dónde?

            Busqué frenéticamente en el fondo de la mochila, el frontal había muerto, y yo estaba a un paso de conseguir alcanzar a ese loco, y sin poder ver absolutamente nada. Un cargador, un recipiente de raciones... casi todo había quedado hundido en el maldito líquido. La mochila con la máscara de visión, la esfera que nos había dado Voz Suave... todo había quedado en la habitación circular en la que esperaba Tres. “¡estúpido, estúpido!

-Vaaaaaaamos, vamos vamooooos.- la voz se alejaba, y ahora se oían también una algarabía de roces, de gruñidos, de bufidos y mordiscos... la comitiva de la muerte partía. Pasaron a una treintena de metros, hacia la derecha, y en un nivel algo superior creí adivinar.

-¡¡¡¡HIJO DE PUTAAAAA!!!!- grité con todas mis fuerzas, irguiéndome. “¡Ahora! Muere para proteger a los tuyos”. Alcancé a ver la luz verdácea que el gigantón llevaba en la mano, minúscula en la distancia, fantasmagórica en la oscuridad... el silencio se hizo en la comitiva de la muerte, en la miríada de bestias que -seguro- había entre mi enemigo y yo. La luz se extinguió y todo permaneció en silencio varios segundos.¿Esperaban una orden? Mi respiración rabiosa y la fría determinación de acabar con todo era lo único de lo que era consciente ahora.


-Curioso, terhin, apareces por los rincones, como una de mis hijas.- estaba frente a mí, pero no podía verle, no podía andar, no veía nada. La batalla estaba perdida mucho antes de comenzar... y él lo sabía. -Pero eres un magro bocado para ellas, tú y ese malnacido blanco. Son miles y vosotros solo dos. No sabes lo que me duele tener que comerme a mis hijas, tener que alimentarlas con sus propias hermanas. No sabes nada.


            La luz volvió a encenderse, levanté la Defender y solté la descarga... nada, no pasó nada. Todo se había conjurado contra mí.

-¡¡AAWWRRGH!!- gritó el mutante, como un animal grotesco, y la comitiva volvió a ponerse en marcha. ESA si era su verdadera voz, para eso se había ideado aquella mutación en su garganta, esa voz arrastrada y grotesca. Corrí tras ellos, pero tropecé varias veces con objetos ocultos, con escollos de desechos, con cuerpos muertos, y por fin, caí una última vez fracturándome las costillas. Me rendí a lo evidente: estaba vencido.

-¡¡MÁTAME!! ¡Mátame al menos!- le grité a la oscuridad, a las bestias que me ignoraban, a la espalda de mi enemigo.

-No, terhin, no.- se iba, estaba lejos... ya casi no le oía, su voz sepultada por la distancia y la miríada de bestias que iban con él -Volveremos a vernos.

-¿Cómo? ¿Dónde? ¡Eres un hijo de puta! ¡DÓNDE!

-¿Dónde?-  se rió, tosió... se paró una vez más y lo imaginé mirándome a través de la oscuridad que nos separaba.

            Su respuesta me destrozó por dentro.

-En mi nuevo hogar... tu Refugio 107.

martes, 25 de marzo de 2014

Destripando el Juego: Movimiento y Exploración

Sin mucha presentación, pues las imágenes son autoexplicativas, vamos con el siguiente Destripando el Juego:

(recordar sin embargo, que son imágenes del prototipo. Ya colgaremos calidades finales en breve, cuando las vayamos teniendo)





lunes, 17 de marzo de 2014

Destripando el Juego: el Tablero de Control.


Sin mucho más tiempo para nada que no sea seguir aplicado con el diseño del juego, os dejo amenazando con volver pronto!!!! :P

martes, 4 de marzo de 2014

Destripando el Juego - Zonas (2)

NOMENCLATURA DE LAS ZONAS.

Nueva entrega de "Destripando el Juego" con la nomenclatura de las Zonas.


Recordar que hay 36 Zonas distintas, si bien muchas de ellas tienen el mismo nombre (por ejemplo, hay 4 con el nombre "Metro"), ya que sus reglas y uso se alimentan unas de otras: en el caso del Metro: "Activa la Zona con tres acciones para pasar automáticamente a otra Zona de Metro". Digamos en este caso que es una forma rápida de moverse por el tablero, pero al coste de todas las acciones de tu Ronda.

Todas las Zonas son distintas en sus valores de Pobladores, Piezas de Trueque, Deterioro, Intemperie y Carta de Yermo, incluso entre las que tienen el mismo nombre. Así, una Zona de Metro puede quitarte 2 de Deterioro por entrar en ella y aportarte 1 Carta de Yermo, mientras otro Metro puede no tener Deterioro pero sí Intemperie, y aportarte 2 Piezas de Trueque...

Más y mejor muy pronto desde el otro lado del Yermo :D

jueves, 27 de febrero de 2014

CAP 1.- SUPERAR EL PÁNICO Y EL MIEDO (6)



-.6.-

Tengo los ojos abiertos...


            Una larga carretera se extiende hacia adelante... la recorremos a bordo de una caravana. Mi padre y mi madre me miran desde la parte delantera, mientras yo, un niño, juego en la parte trasera con mi perro... Mi perro... Lo miro y recuerdo su nombre: Ceres. Da vueltas y vueltas intentando coger una cuerda con varios nudos que yo le tiro una y otra vez.


            Delante de nuestra caravana, una larga comitiva de muchos otros vehículos, algunos de ellos grandes y pardos con las siglas U.E.N. También hay camiones cubiertos, grandes y pesados, con las ruedas tan altas como un hombre, que me gustan y me intrigan.


-¿Qué llevan esos, papá?

-Esos llevan todo el equipo, además de comida y bebida.- responde mi padre sin quitar los ojos de la carretera. Tiene barba y el gesto muy serio.


            Mi madre le toca un brazo, y él ladea la cabeza.


-También llevan juguetes.- dice ella, y yo abro unos ojos como platos.

-¿Juguetes? ¿En serio? ¿Y cuándo nos los darán?

-Cuando lleguemos, hay que ser paciente y bueno.

-Vaaaaya, juguetes... ¿Y dónde vamos?

-Lejos, muy lejos.- dice de nuevo mi padre. De la mejilla de mi madre se descuelga una lágrima... no me doy cuenta hasta ese momento que está llorando...


                        Cierro los ojos y la imagen se va. Sé que esas personas fueron mi padre y mi madre... lo siento así. Pero no los “recuerdo”. Simplemente tengo esas visiones de vez en cuando, en cualquier momento, vienen a mi cabeza sin más.


            -Hijo, ven a comer- dice mi madre desde el porche de una casa...


            Agito la cabeza con fuerza. La imagen se va. Cada vez son más frecuentes desde que me desperté.


            Mi despertar... otra cosa más para la lista de “averiguar cuando sea posible”. El primer recuerdo que tengo es del Buscador mirándome extrañado, hace un día y medio. Antes de eso hay algo, pero muy difuso, muy borroso, un deambular caótico y desesperado, objetos cayendo, puertas abriéndose, un montón de caídas al suelo, sed y hambre, y un sabor raro en la boca, en la nariz, en los ojos... No sé de dónde vengo, pero tengo la impresión y casi la certeza de que no quiero volver.


-Tengo que contarte algo. –mi madre sujeta mi cara entre sus manos...

-¡¡Ehhh, vamos!!- lo volví a llamar y por fin el muchacho levantó la vista. Estaba sudoroso y visiblemente extrañado, pero seguía sin presionarle cuando estaba en ese estado. Tendría sus propios demonios interiores; sin duda, no era momento para eso. 

–Tienes que espabilarte, tenemos que salir de aquí.

            Había pasado bastante tiempo desde que el gigante descendiera a dar de comer a sus bestias. Ahora volvía a subir, nauseabundo y lleno de porquería... para cuando volvió a meterse en su tienda, nosotros estábamos en la entrada de la sala, muy poco dispuestos a compartir con él nada, y se dio cuenta.

-Haced lo que queráis, pero piénsalo, terhin, no eres tonto... años aquí abajo, años. Ahora ya no puedo irme. –nos miró desde lo alto de la pasarela, envuelto en sus ropajes ahora sucios y raídos. Parecía un fantasma de los cuentos de “Después del Fin” que de pequeños oíamos de los Padres. –Hago lo que hago porque tengo que hacerlo: es mi único medio de vida. Haced lo que queráis. –dijo por último, dándose la vuelta, con la tétrica luz en la mano, de vuelta a la tienda.


            Con la luz que me había dado, Tres y yo volvimos no sin cierta dificultad a la sala circular. No me atreví a explorar ninguno de los ramales que partían del túnel principal, menos después del espectáculo que habíamos presenciado abajo. Permanecimos alejados de los cadáveres que se apilaban junto a la puerta...


-Bueno, hemos sobrevivido, y ese tío de ahí parece haberse relajado un poco. –le dije a Tres para tranquilizarlo. –No podemos subir de nuevo por la galería: la Tormenta debe estar ahora en todo su apogeo, y durará al menos un par de días. Tenemos que aguantar aquí, o explorar los túneles...

-¡No pienso hacer eso!

-Veremos lo que pasa con nuestro anfitrión, tenemos que vigilarlo, no podemos confiar en él todavía y menos después de lo que hemos visto.


            Tenía mis armas, tenía el frontal y nosotros éramos dos. En caso de que las cosas se pusieran feas, no me iba a coger desprevenido otra vez. Había cometido una gran torpeza en nuestro primer encuentro, pero no se volvería a repetir... aunque había una cosa que no me gustaba lo más mínimo.


-Tres, cuando el gigante nos dijo en esta sala que nos estuviésemos quietos... ¿qué pasó? De pronto me dolía la cabeza y tenía la boca seca.


            Tres parecía desconcertado, no recordaba bien, pero de pronto cayó en la cuenta, se separó un poco de mí, y me miró de reojo.


-¿Cuando te preguntó por todas esas cosas?

-¿Qué cosas? De pronto dijo que no corríamos peligro... pero había ocurrido algo...

-Espera, espera, no, no fue así. Estuvisteis hablando... –no podía creerlo –largo rato, y yo permanecía callado todo el tiempo. De hecho, no entendí por qué le contabas tantas cosas.

-¿Que le conté qué? ¡¡Yo no abrí la boca!! –me sentía mareado, no creía lo que decía Tres, no podía ser.

-Sí, te hablaba muy rápido, y tú contestabas ¿Cómo es posible que no te acuerdes?


            Me senté en el suelo, me miré las manos, me tapé los ojos... seguía mareado.


-¿Qué le conté?

-Déjame un momento... le dijiste dónde está el Refugio 107, cuántos sois, cuántas armas tenéis, quiénes son los Padres y si habéis tenido trato con mutantes.


            El mareo iba a peor, tuve que tumbarme en el suelo. Tuve la sensación de que estaba al borde de un precipicio, de que ya había hecho algo que no tenía que haber hecho, y no podía remediarlo...


            ...o sí podía remediarlo. Aun mareado me levanté del suelo, encendí el frontal, las calaveras de los muertos sonreían.


-Quédate aquí, Tres, volveré en un momento.


            Me dirigí de nuevo al túnel, se estaba formando una determinación en mis manos, que aferraban la Defender con fuerza. Apreté los dientes: iba a dejarle claro a ese tipo algunas cosas.


-¡Espera! –Tres casi había gritado –Hay algo más que le dijiste. Puso mucho énfasis en enterarse de eso.

-¿Qué?

-Cómo y por dónde entrabas al 107.

Destripando el juego 1.- Buscadores (1)

La primera entrada sobre el juego. La cosa va calentando motores a un ritmo impresionante. En nada estamos en el aire, pero antes queda mucho que hablar sobre el juego, del que podéis preguntar lo que queráis para ir confeccionando las siguientes entradas.

Os dejo con una imagen de un Buscador del juego, en este caso, la Exploradora:
Aquí vemos que tiene todo su Deterioro y toda su Vida, que ha almacenado 15 Piezas de Trueque, además de poder ver su habilidad especial -muy útil para evitar efectos de fichas chungas de Hallazgo o Pobladores- y sus valores de Combate, Agilidad y capacidad para llevar Víveres.

Unos turnos más tarde...
A la Exploradora no le termina de ir mal con el Trueque, ya que ha ganado algunas piezas más llegando a las 23, pero ha perdido dos contadores de Vida y tres de Deterioro. Si no tiene más cuidado, puede llegar a entrar en Moribundo... para evitarlo, podría marcar Sigilo, aunque así cuenta con menos acciones para el turno...

(Os recuerdo que esto son imágenes del prototipo)

Espero que os haya gustado este avance, no os perdáis los siguientes y, recordad, preguntad lo que queráis. :D

Un saludo desde el borde del Yermo.

jueves, 20 de febrero de 2014

CAP 1.- SUPERAR EL PÁNICO Y EL MIEDO (5)



-.5.-

            Nuestro anfitrión llegó al borde de la sala circular y, antes de meterse por un corredor angosto, carraspeó y... encendió una tenue luz, que sin embargo en la oscuridad reinante bastaba y sobraba para iluminar a diez metros al menos. La dejó en el suelo, antes de desaparecer fugazmente por el corredor. Acerté a ver ropajes pardos y grises...

-Ahora seguidme.- graznó con un ladrido áspero.
-¿Dónde vamos?- mientras me levantaba para seguirlo, guardé el frontal en una de las mochilas pues, al parecer, las reglas de iluminación eran muy estrictas allí.
-Podéis usar esto para iluminar el camino. Yo... no lo necesito.- dijo “VozSuave” por toda respuesta a cierta distancia ya.

            Tres y yo nos apresuramos a llegar a la entrada del corredor, agarré la luz, que no era más que una esfera pálida con un agarre metálico. Estaba caliente al tacto y despedía una luz verdosa tenue, algo fluctuante. Le daba a la escena un ambiente algo espectral que no necesitaba para nada, pues al volvernos vimos como decenas de cráneos de vacías cuencas y bocas abiertas miraban en nuestra dirección.

-Vamos, vamos- se dejó oír el graznido de nuestro anfitrión ya en la lejanía. Para ir cojo, andaba bastante rápido.
-Extraño personaje tenemos aquí. No sé aun si hemos tenido buena o mala suerte, pero al menos estamos vivos.

             Tres me miró tragando saliva, se pasó la lengua por los labios y la mano por los ojos. No se le veía precisamente tranquilo.

-No lo contraríes, parece tener un humor de perros: dudo que esté muy bien de la cabeza.- le dije mientras emprendía el camino.
-Tranquilo, eso ya lo he deducido yo solito.

___________
            Diez minutos más tarde seguíamos todavía al extraño, que de vez en cuando hablaba desde la oscuridad. Nos instaba a seguirlo, a correr más, a tener cuidado y a no romper nada. Esto último no lo entendí, ya que había más bien poco que se pudiera romper. Cruzábamos un túnel con un entramado de cables en el techo, algunas tuberías en un lado y con muchísimos cambios de nivel. Dejamos atrás otros corredores parecidos que se abrían a la oscuridad a uno y otro lado. Ignoro dónde conducían pero había un buen número de ellos. Diversos objetos habían sido dejados por allí sin ningún miramiento: varias latas de combustible gastadas, un cuenco enorme de cerámica, roto y descolorido, varios rollos de cable amontonados y medio pelados, un cubo enorme, varios faldones enormes oscuros en un rincón... parecía el almacén de lo inútil.

-Vamos, por aquí.- gritaba desde el fondo el extraño morador de aquél reducto.

            Al cabo de otros cinco minutos, llegamos a una sala circular con tres niveles, habiendo entrado nosotros por el intermedio. Una escalera metálica la circundaba y permitía el acceso a las tres pasarelas. En la superior había una habitación hecha por cortinajes blanquecinos, sobre una plataforma metálica que no existía en los otros dos niveles. La atmósfera era pesada y olía asquerosamente mal, si bien en todo el complejo de túneles no es que el aire fuese muy distinto; aunque lo prefería al picor de garganta y la inflamación de las mucosas que provocaba la Tormenta.

-Subid, subid.

            Cuando lo hicimos, descubrimos que dentro de la tienda, bastante amplia y por lo visto llena de cachivaches, había otra luz igual encendida, que arrojaba sombras y dibujaba difusamente todo lo que había en el interior. No había entrada alguna a la tienda, al menos no que se viera.

-Podéis sentaros donde queráis.

            Tres y yo de nuevo nos sentamos en el suelo y al fin me relajé un tanto, aunque presentía que el tema principal no había sido tocado todavía. Demasiado fácil, demasiado amable... “VozSuave” ocultaba algo.

            Allí sentado, en silencio, esperando a que se dijese algo, comencé a escuchar un ruido general que venía de la parte de abajo. Lo había tenido en la periferia de la percepción desde que entramos en la sala, pero ahora en silencio es cuando lo percibí claramente: en el piso de abajo se movía algo, había sonidos indeterminados por toda la parte baja de la sala, aquí, allí, por todas partes. De todas formas, estaba a diez metros bajo nuestros pies.

            Años allí solo... no lo pude imaginar. Observando la tenue sombra que se movía por la amplia tienda, comprobé que tenía razón en mis figuraciones anteriores: el tipo tenía los brazos largos y gruesos, y parecía estar cubierto por pesados ropajes. Con todo, se adivinaba su gran envergadura y si se ponía de pie, ya que andaba bastante encorvado, yo podría llegarle por el hombro.

-Donde lo he dejado...- murmuró, y sonó como un arrastrar de piedras.
-Amigo, ¿puedo preguntar cómo te llamas?
-Puedes preguntar lo que quieras, terhin, tantas veces como quieras. Probablemente un día no muy lejano estarás muerto, tus huesos blanqueándose al sol, tirado en cualquier parte de la sucia superficie.


Mientras hablaba, VozSuave revolvía diversos cacharros, destapaba algunos fardos y roía restos de comida que encontraba. Se movía con nerviosismo, rápidamente, y los sonidos de masticación y la misma respiración no eran nada agradables. Más parecía un animal que un hombre, seguro que gracias a los años de soledad que aseguraba llevar allí.

-¿Por qué lo dices?-en todo momento hablaba yo con el extraño. Tres respiraba ahora rápidamente, y miraba al suelo alrededor suyo... parecía haber escuchado el ruido de abajo.
-Porque vas a seguir tu camino, vas a irte en cuanto averigües como hacerlo, a tu bonito refugio lleno de vida y amigos. Y te matarán, los Vahuat o la propia Tormenta. Y a él también.

            ¡Al fin! Vahuat era una palabra que conocía. Desde el principio había detectado que el individuo empleaba algunas palabras raras, y eso me tenía desconcertado. Lo mejor cuando hablas con un desconocido es saber de dónde proviene, o a qué grupo pertenece. Eso te puede dar cierta ventaja o al menos una pista de qué puede querer de ti.


            A través de la Red 200 llegó hace meses un comunicado del este, proveniente del refugio 140 en adelante -una de las zonas que mejor conservaban los canales de comunicación- en el que se mencionaban los movimientos de un nuevo grupo hacia nuestra zona: los Nómadas los llamaban. Era una banda del yermo, si bien no demasiado agresiva. Tenían una jerga peculiar, heredada de años de vagabundeo. Al parecer sobrevivían en el exterior ocultándose en las profundidades cuando la Tormenta llegaba, o directamente escapaban de la zona a otros lugares más apacibles... si quedaba algo apacible en el exterior. Se decía que tenían mutaciones. Lo recordé en parte.
            Decidí seguirle el juego. Además quería averiguar varias cosas del lugar.

-¿Y por qué no vienes con nosotros? El refugio 107 no queda muy lejos de aquí, conozco el camino...
-¡¡SIIIiii!! Veo que lo conoces muy bien- la silueta de la tienda se volvió hacia nosotros, con la cabeza hundida entre los hombros. Se irguió, dejó de buscar, era muy alto... se acercó a la pared de lona.- ¿Por qué nunca bajaste aquí, o alguno de los tuyos? ¿Por qué ahora, y nunca en todos estos años? ¿Sabías que aquí había una galería? Te irás, y no me llevarás contigo, los muertos no llevan a nadie.
-Puedo hacerlo, puedo llevarte conmigo, subiremos por el mismo lugar...
-¡No, terhin! Y no hay más que hablar. ¡Ahhh! Aquí está.

            Un brazo liado en harapos, del ancho de una pierna de Tres, salió por un pliegue de la tienda y arrojó un objeto cerca de nosotros. Eran un par de binoculares enormes que se ajustaban a la cara como una máscara, todo un tesoro de los Días Oscuros. Me quedé impresionado por el hallazgo.

-Cógelo, te será más útil a ti.- el gigante parecía un poco amargado ahora, no se movía y se había agachado o puesto en cuclillas, no sabría decirlo.

            Permanecimos los tres en silencio durante un minuto. Cogí el aparato y lo guardé en la mochila, dando las gracias quedamente. La verdad que el amigo era toda una caja de sorpresas.

-Antes mencionaste que no estabas solo...
-Ah... sí, es cierto en parte.
-¿Escuchas eso? –me susurró Tres de pronto acercándose un poco. El ruido estaba aumentando desde hacía un minuto, los arañazos, un rozar metálico, un restregar incesante...

            Tres y yo mirábamos a través de la plataforma metálica, que tenía huecos y partes de rejilla, hacia la oscuridad de abajo, pero no se podía advertir nada en absoluto desde allí. No pude evitar imaginarme, gracias al sonido, que un montón de bestias nos miraban agazapadas en la oscuridad.

            De pronto el gigantón salió de la tienda. Llevaba un brillo verdáceo en la mano y no me había fallado nada el cálculo: era enorme. Estaba por completo liado en harapos pardos y grises, anudados en algunos sitios con correajes de cuero. En la cara, la única parte visible eran sus ojos, y llevaba una máscara de visión parecida a la que yo había guardado en la mochila. Tres luces verdes brillaban débilmente en su frente. Ahora llevaba un grueso bastón coronado por una punta metálica larguísima.

            Nos observó de pie, cerrando de nuevo el pliegue de entrada a la tienda, mientras nosotros nos levantábamos un tanto sobresaltados. Recogí todas mis cosas del suelo.

-Quedaos aquí, es más seguro. Están acostumbradas a mí.

            Tres y yo tragamos saliva a la vez, mientras el gigantón bajaba la escalinata metálica ayudándose del bastón. Me fijé que llevaba una bolsa colgada de la espalda de la que asomaban algunos restos sanguinolentos. Este detalle me produjo un escalofrío, y me esforcé en identificar algún detalle, aunque me fue imposible.

            Nos quedamos en la oscuridad, ya que la única luz ahora era la suya, aunque inmóviles tras el parapeto como nos encontrábamos, no la necesitábamos. Es más, yo estaba más tranquilo así.

            Cuando el gigantón terminó de descender al piso de abajo saltó con algo de esfuerzo el último tramo, que distaba del suelo más de medio metro. 

            Al caer, la luz reveló lo que moraba en el fondo de la sala: cientos, miles de ratas enormes, colonias y colonias enteras de roedores sobrealimentados o muy desarrollados, algunas del tamaño de un perro mediano. Se le subían por las piernas, entraban en la bolsa, desperdigaban su contenido, saltaban, se mordían, arañaban y bufaban con acritud. Prácticamente el hombre desapareció bajo el peso de las ratas, pero aún se veían sus brazos, que repartían el contenido de su bolsa por todos sitios, para que todas sus mascotas pudieran comer. Me fijé que había no pocos ejemplares que eran mucho mayores, con deformidades extrañas, extremidades de más o formaciones óseas de lo más raro...

            ...a éstas, el desconocido parecía tenerles un especial cariño: se le acercaban, se rozaban contra él, le mordían, y él las cogía, las miraba como midiendo algo, las soltaba de nuevo, y continuaba con su vagabundeo entre el mar de ratas y bestias.

            Encendí la luz, miré a Tres, que tenía ambas manos en la boca:

-Tenemos que salir de aquí.