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Salimos de la habitación donde nos habíamos detenido a descansar. Hay muchas como esta, pequeños habitáculos con sabe dios qué finalidad. Nos hemos quitado las máscaras, para conservar un poco la capa de filtros, y aunque el aire parece un poco menos enrarecido, cuesta respirar. Al continuar el descenso por una de las amplias escaleras que recorren la galería, no pasan más de veinte minutos antes de que encontremos nuestro primer obstáculo: un derrumbe. Grandes masas de tierra han caído tapando toda la parte derecha, dejando solo la izquierda para transitar. Parece haber ocurrido hace bastante tiempo, pues todo tipo de musgo ha crecido en las capas de piedra caída. Grandes advertencias pesan sobre los musgos de la superficie...
-Continuemos.
-¿Por qué no se refugió la gente aquí? Si se puede sobrevivir a la Tormenta, y hay tantos lugares como este, ¿por qué ir a un refugio y no a las galerías de la Red 200?
-Vamos, ya te lo contaré. Ahora no es momento de hablar. Es más, a partir de ahora no hablarás más, ni yo. Sólo sígueme, y no hagas ruido... o al menos, no mucho.
Le doy a Tres algunas indicaciones sobre lenguaje de gestos; es listo. Vamos a ver si lo es lo suficiente. El frontal hace bien su función, ilumina a decenas de metros en esta imperante oscuridad. Me extraña que Tres no haya dado muestras de nerviosismo aún... puede que haya vivido en condiciones de semioscuridad, aunque no recuerde nada.
-GGGGRROOOHHHH!!!!!!!
El rugido nos deja
helados. Tres me mira. El rugido... ¡venía de arriba! Neobestias. Nos han
rastreado hasta este agujero. Es hora de correr.
En la espalda
llevo un magneto-generador estanco en constante funcionamiento, provisiones de
agua y víveres para varios días, un traje NBQ (que ahora llevaba puesto Tres),
dos máscaras antigás, la Transcriptora, la ballesta, 15 saetas, la Defender 334
y varios cargadores, además de otros utensilios menores, repartido todo ello en
dos mochilas, además de otra mochila con el bobinado de la estación de
recarga... es decir, no puedo correr fácilmente. Debo encontrar una solución
rápido, el muchacho no puede ayudarme ni es hora de repartir carga.
Ochenta metros
más adelante, con Tres en mis talones, encuentro otra cosa aún peor: una puerta
de contrachapado enmarcada por un muro de metal. Todo claveteado y con una
inscripción extraña. Estamos atrapados. Entre una o varias neobestias y un
reducto de mutantes... lo más seguro es que tras la puerta de chapa haya
Corsarios, Salvajes o Señores del Asfalto. Entrar ahí es la muerte.
-GGGRRAAAAEEWWWWW!!!!!
Más cerca. Las neobestias
cazan en el yermo, cazan a los descuidados, a los incautos vagabundos que no
saben todo lo que yo sé... ¿Cómo me he dejado cazar? Pasan diez segundos, no
puedo pensar, Tres me mira y se acerca a la puerta de chapa... está mirando la
inscripción y moviendo los labios...
Ruidos en la
lejanía, arriba. Más cerca, mucho más cerca. No tenemos demasiado tiempo. Saco la
Defender y la armo con rápidos movimientos, pero su rango efectivo son quince
metros como mucho, y la luz no ayuda. Tres me mira, parece querer decir algo. Le
hago una seña para que se acerque, nos agachamos a escasos diez metros de la
puerta de chapa y, junto a mi oído, me susurra:
-Están pidiendo ayuda.- demonio de muchacho, no sé a qué se
refiere. ¡Un momento! La inscripción; Tres movía los labios. ¡Sabe descifrar
inscripciones y símbolos! ¡Es un Orador!
-¡Quién, quién pide ayuda, rápido!- casi he gritado. Pero, a
diferencia de él, sé los escasos momentos que nos separan de la muerte. Un nuevo
ruido, repentino, a unos cincuenta metros hacia arriba.
Los siguientes
momentos transcurren a cámara lenta...
...levanto la
Defender, amplío la potencia a máxima, y apunto a la oscuridad...
...ruidos de
carrera en la oscuridad, a decenas de metros de nosotros y descendiendo
rápidamente...
...miro
fugazmente hacia atrás, Tres ha abierto la puerta de chapa, y me tiende la
mano...
...un rugido
en la oscuridad, la luz revela una forma bípeda, grisácea, disparo la Defender,
el fugaz fogonazo me ciega y después, a tientas, cojo la mano de Tres...
...tira de mí, es fuerte, caigo al suelo...
...Tres cierra
la puerta justo a tiempo. Un gran peso cae sobre ella, casi derribándolo en el
acto. Tras un instante de conmoción, me levanto y rearmo la Defender, Tres se rehace
y carga contra la puerta justo cuando vuelve a abrirse. Sea lo que sea, es
mucho más pesado que el muchacho, este cae hacia atrás y lo que tengo frente a
mí recibe una instintiva descarga de la Defender en plena cara. Luego soy yo el
que carga contra la puerta, y la cierro de golpe. Tres me ayuda, y los
siguientes cuatro minutos los recuerdo como una lucha para apuntalar la puerta
sin que vuelva a abrirse de nuevo.
Vale, ha estado
cerca, demasiado diría yo.
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