3 de Abril de 2325, Fort Riley
Diario del Buscador, Refugio 107
La
Tormenta ha pasado. El polvo tóxico se asienta y el último cumulonimbo se aleja
en el horizonte. Los vigías han abierto la pesada puerta doble que se encuentra
tras el pasillo estanco.
Ha
llegado la hora.
Tras
de mí quedan los enfermos, hambrientos y desesperados habitantes del refugio.
Sé que tienen una nueva opción de sobrevivir, una última esperanza: yo. Los que
como yo salimos tras cada Tormenta en busca de lo necesario para el refugio nos
hemos convertido en héroes, en leyendas...
Si
supieran la verdad...
Tras
mis retinas se repiten imágenes grotescas, crueles, emboscadas de asaltantes y
depredadores que descuartizan a los viajeros del yermo, bandas que defienden
los acuíferos o centros comerciales derruidos, zonas devastadas y yermos por
los que aventurarse es un peligro en sí, la lucha encarnizada con otros
supervivientes... pero aquí, en el mundo de la superficie, quizá lo peor de
todo es el propio aire, macilento y grisáceo, que se asienta en el interior de
tu cuerpo y te corroe por dentro...
Si
supieran la verdad...
Pero
ahora no puedo pensar. ¡Es hora de actuar! Cojo mi arma, el respirador con la
fecha de caducidad de otra época, las ropas de abrigo y la mochila y, sin mirar
atrás, asciendo la pendiente que lleva a la superficie.
-Te
esperaremos hasta que vuelva la Tormenta –grita uno de los vigías a mi espalda.
Pues
todos sabemos que volverá. Siempre vuelve y acaba con la vida en la superficie.
Tengo pocos días, tres o cuatro a lo sumo, y rezo por que las cosas vayan bien
esta vez y pueda traer de vuelta aquello que devuelva el brillo a la mirada de
los míos. Debo volver, se lo debo a todos ellos...
...porque yo soy el Buscador.
...porque yo soy el Buscador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario